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Foto del escritorTeresa Rodríguez

Fatiga pandémica

Después de casi un año de estallar la pandemia mundial a causa del coronavirus, y que las restricciones empezaran a formar parte de nuestro día a día, podemos comprobar todos los efectos que está dejando en nosotros a nivel físico y psicológico, además de los efectos económicos en muchos hogares.


De la noche a la mañana tuvimos que adaptarnos a una situación de pandemia mundial y estado de alarma, en lo que creo que coincidiremos, no estábamos preparados. Tuvimos que aprender a vivir sin salir de casa, sin ver a nuestros familiares y amigos, sin colegios o sin comercios. Quizá en parte nos haya ayudado a conocernos mejor a nosotros mismos y a las personas con las que convivimos y establecer con ellas vínculos más fuertes. Pero también ha hecho que afloren más emociones como la tristeza o la ansiedad y que se mantengan en el tiempo, dando lugar a consecuencias negativas para nuestra salud en el plano físico y psicológico.


Después de meses de: incertidumbre, restricciones, introducción de nuevos hábitos como el uso de mascarilla y geles, fuerte impacto en el mercado laboral y en la salud y sobre todo las pérdidas de seres queridos, han supuesto un coctel importante en la salud mental de todos que puede dar lugar a lo que la OMS ha denominado como fatiga pandémica.


Según la OMS, la fatiga pandémica correspondería a un patrón de desmotivación para seguir las recomendaciones de protección y prevención que va aumentando con el tiempo. Podría describirse como un conjunto de sensaciones como la apatía, el estrés, la irritabilidad, la tristeza, la ansiedad, la aparición de problemas de sueño o de pensamientos negativos que son difíciles de controlar. Y según datos aportados por la OMS el 60% de la población europea está padeciendo fatiga pandémica.

Desde la Universidad de California en Los Ángeles, han apuntado que las señales claves que hay que tener en cuenta para hablar de fatiga pandémica son: una profunda sensación de cansancio interno, problemas del sueño, problemas de concentración, sensación de nerviosismo, pérdida de la motivación, aislamiento social y pensamientos negativos sobre los que parece no hay control.



Para evitar que esta situación se prolongue en el tiempo los expertos recomiendan una serie de medidas que pueden mitigar los efectos de esta situación:


  • No perder los buenos hábitos de sueño y alimentación: en ocasiones esta falta de motivación se refleja en días muy desestructurados y la pérdida de los hábitos diarios. Procura dormir entre 6 u 8 horas al día y mantén una alimentación equilibrada y ordenada

  • Evita la sobrexposición a las noticias del COVID-19: allí donde miramos hay una noticia sobre el coronavirus, en televisión, en radio, en redes sociales… Tienes que elegir de manera consciente que información quieres recibir y evitar toda la demás.

  • Evita aislarte socialmente: Los seres humanos somos seres sociales y aunque sabemos que es difícil adaptarnos a esta nueva forma de relacionarnos, basada en la distancia social y las nuevas tecnologías, es necesario que mantengas tus relaciones con familiares y amigos.

  • Haz actividades agradables: muchas de las actividades a las que estábamos acostumbrados en nuestro día a día son ahora difíciles de realizar. Trata de adaptar las cosas que te gustaban y hazlas dentro de las posibilidades que tengas o añade nuevas actividades que sean agradables para ti. Las actividades gratificantes están en la base de la motivación y el estado de ánimo.

  • Cuida tus pensamientos: nuestros pensamientos tienen la capacidad de provocarnos emociones diferentes, por lo que, aunque te resulte difícil trata de localizar los pensamientos negativos que aparecen en tu mente, y cámbialos por otros pensamientos que sean más útiles.

  • Cuida tus emociones: las emociones son una respuesta automática a la situación o a mis propios pensamientos, hay que aceptar que en una situación así es normal tener una montaña rusa de emociones, despertarme contento, ver una noticia que me entristezca, hablar a un amigo y volver a alegrarme de nuevo, y acabar por la tarde aburriéndome. Es necesario prestar atención a las emociones que sean muy frecuentes, intensas y duraderas. En estos casos es necesario plantearse buscar ayuda de un psicólogo.



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